Trabajar descalzo…

Oficinas con vistas a la espuma, de un mar que apenas balbucea. Golondrinas levantando el vuelo, aterrizando, en las escaleras de madera vieja. Un sol amarillo reluciente empeñado en calentarme el alma, tostarme a fuego lento el cuello, y dorar el tacto de mi última cerveza.

Viento de poniente. Neoprenos ajustados. Barandillas que no sirven para nada. Horarios destruidos, alarmas descorchadas. Apuntes de materias olvidados. Rincones huérfanos de dueño, sombras de banderas sin un asta. Agua dulce para mi garganta, bien salada para mis pulmones.

Velas, popas, proas, icebergs en los cubatas. Uniformes en desuso, aletas que no nadan. Mástiles enormes, secretos diminutos. Horas muertas que están vivas, palmaditas en la espalda. Atardeceres tan hermosos que la luna, se disfraza de Lorenzo si la miran.

Tres amigos, dos regalos rubios, un Golden Retriever blanco. Camisetas con salitre, dunas con final feliz. Literas sucias con olor a limpio, drogas blandas y pan duro. Un pasado con prisa por perderse, un futuro sin estrés alguno.

Un barquito, de cáscara de nuez. Una esquina con otra franja horaria. Una atmósfera distinta, una bomba de creación masiva. Todo el mundo sabe que ganar dinero es lo importante… nadie sabe que se puede trabajar descalzo…

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